BARRER O QUITAR EL POLVO


He aquí la cuestión. En mi ignorancia supina, en un principio pensaba que lo más lógico era comenzar por quitar el polvo de los muebles, y a continuación barrer el suelo. Rápidamente surgieron voces acreditadas que me advirtieron de mi craso error. Por lo visto, al barrer, la liviandad de las motas de polvo provoca que éstas, desafiando la ley de la gravedad, regresen a los muebles. Pero el dilema no queda resuelto ahí. Buscando en internet surgen nuevas variables a tener en cuenta, desde el tipo de paño o plumero empleado para quitar el polvo hasta las características de la escoba o aspirador en cuestión. De modo que al final me he quedado con las mismas dudas que tenía al principio. Por otra parte, y aunque mi casero me insista en que no tiene la menor importancia, en el portal han aparecido unas grietas que juraría están creciendo a ojos vista. 

Estas triviales divagaciones me han venido a la cabeza tras leer en prensa la presión del FMI y del G-20 para que la Unión europea aplique con carácter de urgencia 2 medidas económicas: la recapitalización bancaria y la consolidación fiscal. O lo mismo, pero en román paladino: dar una nueva morterada de dinero a los bancos y limitar el gasto del sector público.

La primera medida se basa en el supuesto de que una banca saneada volverá a cumplir con su función de financiar a empresas y familias. Es cierto que el actual “credit crunch”, que no es ninguna barra de cereales recubierta por una fina capa de crujiente cacao, sino la denominación anglosajona del cierre del grifo de la financiación, resulta asfixiante para la economía. No sólo no prestan dinero a terceros; lo más preocupante es que entre los propios bancos no se prestan ni el bolígrafo cuando tienen que firmar una operación, quizás porque sospechan que el otro banco puede haber realizado casi tantas barbaridades como él. La recapitalización bancaria ya se ha venido aplicando a través de diferentes vías desde hace un par de años, y los resultados no son demasiado halagüeños. Hasta ahora el dinero más que fluir hacia las economías familiar y productiva se ha dirigido principalmente a 2 destinos: deuda soberana y paraísos fiscales.

Confiar que en lo sucesivo las nuevas inyecciones de capital tomarán otra dirección permitirá incrementar la demanda efectiva es, cuando menos, de una ingenuidad sonrojante. En cierto sentido recuerda a la propuesta de Keynes recogida en su obra más destacada: “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”:
 
"Si el Tesoro Público metiera dinero en botellas, las enterrara a cierta profundidad en minas de carbón abandonadas, las cubriera de escombros y luego encomendara a la iniciativa privada la tarea de desenterrar el dinero, desaparecería el desempleo y, gracias a sus efectos, la renta real de la sociedad e incluso su patrimonio aumentarían por encima de los niveles actuales.”

Con todos mis respetos hacia unos de los economistas más influyentes del s.XX, semejante idea siempre me ha parecido una solemne tontería. De hecho pensaba que embotellar el dinero era el uso más inútil que se le podía dar, pero ahora comienzo a verlo con cierta simpatía; entregar el dinero a los bancos es sin duda todavía más improductivo.

Mark Twain ya lo vio claro hace más de un siglo. De acuerdo con su célebre cita: “Un banquero es alguien que te da un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”, es coherente que con la que está cayendo ahora mismo, los bancos no faciliten ni una triste visera para que al menos no te entre agua en los ojos.

Respecto a la consolidación fiscal, el panorama no resulta mucho más alentador. El sustento teórico de esta medida parte de los monetaristas, quienes responsabilizan sistemáticamente de cualquier desequilibrio y crisis a la intervención del estado en la economía. Pero confiar en que maniatando al sector público, la iniciativa privada nos llevará a una nueva fase de prosperidad, es de una candidez solo comparable a la de la medida anterior.

Y en esas estamos, barrer o quitar el polvo, recapitalización bancaria o consolidación bancaria, mientras el suelo bajo nuestros pies se tambalea cada vez más…

¿Pero podemos hacer algo para evitarlo? sin ir más lejos  y aunque este tipo de acciones tampoco sea la panacea, avaaz ha lanzado una campaña para canalizar y aglutinar la oposición ciudadana:

 
Perdón. De tanto hablar sobre medidas inútiles, se me había ocurrido la brillante idea de poner  en pantalla el código QR para acceder a la acción de avaaz. Lógica de economista en estado puro... Ahora si, este es el enlace:
 

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