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Nunca había confiado
demasiado en aquellos que relacionan alegremente crisis y oportunidad. Y menos
aún en los que se empeñan en sostener que ambos términos son sinónimos en chino
(por muy bonito que quede decirlo, hay un pequeño problema: es mentira).
De todos modos, con la
llegada de la crisis actual, en un principio pensé que al menos serviría para
consolidar la embrionaria democracia de nuestro país. Porque ya no cuela
aquello que nos contaban de que la transición española se estudiaba en medio
mundo como ejemplo de tránsito a un régimen democrático sin derramar ni una
sola gota de sangre. Aparte de China y Corea del Norte, no se me ocurren otros
países que en la actualidad puedan estar interesados en nuestro modelo.
Pero como corresponde a
todo economista que se precie, erré de pleno en mi predicción de que con la
crisis tendría lugar un avance democrático. Durante la transición y los años
posteriores los responsables políticos y los agentes sociales abogaron,
ingenuamente (¿?), por una democracia de
perfil bajo con el argumento de que no era conveniente tensar demasiado la
cuerda. Pues bien, ahora no es que la cuerda se haya soltado todavía más, es
que está desapareciendo a ojos vista.
Y aunque en el fondo, el
retroceso democrático que estamos sufriendo no debería sorprender en un país que
ha sido a lo largo de la historia especialista en contrarreformas, no deja de impresionar por su virulencia y
extensión a todos los ámbitos de la sociedad. A modo de repaso rápido (no se
trata de una lista exhaustiva ni mucho menos), cabe destacar:
- Contrarreforma educativa: eliminación de las asignaturas de Ciudadanía, Ética, Ciencias para el mundo contemporáneo y el Bachillerato de Artes Escénicas. Vamos, todo lo que pueda hacer pensar a los alumnos y distraerlos del objetivo fundamental: convertirlos en recursos humanos en sentido literal. Por otra parte las tasas universitarias se han disparado de tal manera que muchas universidades han reducido el número de alumnos, situándonos en la antesala de la distopía de una sociedad de hijos con menos educación que sus padres. Al mismo tiempo, España cuenta con 2 de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo (IESE y ESADE), en las que la futura élite empresarial del país se forja en los sólidos principios católicos: a Dios rogando y con el mazo dando.
- Contrarreforma informativa: para hacerse una idea de la manipulación mediatica por parte del gobierno es suficiente echar un vistazo cualquier sábado a Informe Semanal. Y por lo que respecta los medios privados la cosa no mejora, con una caverna mediática patriótica (El Mundo, ABC, La Razón, Intereconomía, 13TV…) cuyo discurso da simple y llanamente miedo, mucho miedo.
- Contrarreforma legal: reintroducción de la cadena perpetua, medida que ha generado menos debate social que la nueva indumentaria del equipo olímpico. Y están por llegar medidas restrictivas en materia de aborto, huelga y manifestación. En la práctica ya se está dando vía libre para que las fuerzas del orden (del orden establecido, claro) actúen con mano dura. Y ha habido casos tan flagrantes que numerosos jueces han protestado antes la impunidad y los indultos.
- Contrarreforma económica: son tantas las medidas que su simple enumeración nos llevaría todo lo que queda de año. Además, las conocemos bien porque los ciudadanos las sufrimos en nuestro día a día. Aún así, quisiera mencionar tan solo un par de cuestiones. Primero, la injusta ley hipotecaria, la cual también ha sido muy criticada desde los propios jueces. La moratoria acordada hace unos días, tan solo es un parche que en el mejor de los casos retrasa el problema 2 años. Y segundo, la crisis financiera. Cuesta creer que con todos los excesos cometidos por la banca, nadie haya pagado por ello. Corrijo, si lo están pagando (y mucho) los titulares de participaciones preferentes. Pero han sido los únicos. Mientras tanto, las cúpulas directivas financieras se han marchado tranquilamente (con la tranquilidad que dan unas indemnizaciones y pensiones multimillonarias). Y cuando son preguntados, responden parafraseando al futbolista que se queda sin ideas en una rueda de prensa: “la economía es así”. Este bochorno está relacionado, y seguramente más de lo que podría parecer en un principio, con el hecho de que nadie tampoco pagara por los crímenes de 40 años de régimen franquista (porque claro, “la dictadura era así”).
Quizás la transición en
su día logró impulsar cierto consenso, progreso y libertad, o acaso la
transición ya llevaba en sí misma el germen de la traición a estos valores.
Como mínimo las letras de “traición” las incluye, lo que es un mal augurio… Pero hoy en día ese espíritu de la transición y de la Constitución
de 1978 es papel mojado o directamente papel higiénico. Porque aunque la carta
magna siga rezando que todos los españoles tenemos derecho a un trabajo y una
vivienda dignas, en la práctica a lo máximo que muchos pueden aspirar (y con suerte)
es a un subsidio de desempleo y un desahucio dignos.
No faltarán quienes dirán
que ahora hay cosas más importantes de que ocuparse, y que de la democracia no
se come. A estas personas les invito a que se pregunten si no ha sido precisamente
la falta de democracia uno de los principales factores que ha llevado a que
tantos españoles al límite de la miseria e incluso del hambre.
De cara al futuro, sería iluso
esperar que llegue gran ayuda desde el exterior para impulsar nuestra democracia. Vamos,
la misma que llegó durante la dictadura, o incluso menos, pues parece
ser que en estos momentos la única preocupación de Europa es que paguemos a toda costa la deuda contraida. Así, la responsabilidad de una regeneración democrática reside exclusivamente
en manos de los ciudadanos. Y pese a la brutal contrarreforma gubernamental y de los
poderes fácticos, al mismo tiempo se observa una movilización creciente (aunque aún insuficiente) por parte de una sociedad cada día más indignada
ante tanta injusticia. Se trata de una oportunidad de extraer algo positivo de
esta crisis atroz, aunque, y espero que quede claro de una vez por todas, ambos
términos no sean sinónimos en chino
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