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Después de varios meses buscando infructuosamente una fórmula para definir la política económica de nuestro gobierno, la diputada Andrea Fabra me ha brindado la clave. Las medidas de ajuste están
estrangulando los indicadores económicos y, aunque los economistas acostumbremos a olvidarlo,
también a las personas. Pero aún dejando a un lado el incuantificable drama humano, en
términos estrictamente económicos los draconianos recortes del gobierno resultan
inútiles e incluso contraproducentes. Tan solo 2 datos al respecto: primer dato: según el propio ministerio
de economía (quizás debería poner a esta institución en mayúsculas, pero creo
que no lo merece), el último ajuste proporcionará unos 56.000 millones de
ahorro entre 2012 y 2014. Segundo dato: la deuda pública y privada
española se sitúa entorno a los 3,6 billones. Es decir, con una gota (que no alcanza ni para los intereses) se
pretende apagar el incendio. Y mientras
tanto, los pirómanos siguen campando a sus anchas. Además, como ya hemos
explicado en más de una ocasión a través de la curva de Laffer, el aumento de
los tipos impositivos no siempre conduce a una mayor recaudación fiscal.
Pero volvamos al congreso
de los diputados. Viernes 13 de julio de 2012. Mariano Rajoy, en uno de sus
circunloquios imposibles anuncia: "Se va a proceder a una revisión del
modelo de prestaciones por desempleo garantizando que éstas no generen efectos
desincentivadores en la búsqueda de empleo”. Traducido a román paladino: los desempleados que comiencen a
cobrar el paro a partir del lunes verán reducida su base reguladora del 60%
al 50% a partir del segundo semestre de percepción. El mazazo a los futuros parados es aplaudido con
inaudito fervor por los diputados populares (que contraste con las lágrimas de
la ministra de trabajo italiana, Elsa Fornero, tras anunciar
ajustes similares). Pero entre la ovación destaca el ímpetu de una joven de larga melena rubia. Con
las palmas humeantes de tanto aplaudir y a punto de desnucarse de tanto
asentir, culmina su actuación con un estridente: “¡Que se jodan!”. ¿Estoy
exagerando? No está de más rememorar el
momento:
Sobrecogedor. Además esas
3 palabras le salen del corazón (o del órgano en sus entrañas capaz de generar
tan vil sentimiento). No hay alternativa posible: la única lógica para
explicar las medidas del gobierno “popular” es que se rigen por un absurdo sentir
caciquil y revanchista, condensado en ese “¡Que se jodan!” (en lo sucesivo,
modelo QSJ). Esta forma de actuar es la que ayuda a entender también la subida
de 13 puntos de IVA en cine y teatro, a modo de venganza contra los actores,
colectivo que en alguna ocasión (tampoco demasiadas) había osado alzar su voz
contra el gobierno. Aunque en este caso, gravar sobremanera la cultura
contribuye al mismo tiempo a otro fin: que el pueblo no pueda acceder a ella.
No se le puede negar cierta coherencia a la medida, pues un pueblo inculto (y atemorizado) es
la única vía para garantizar que un gobierno de esta catadura se mantenga en el poder.
El exabrupto de Andrea
Fabra me lleva por contraposición a pensar en otro improperio célebre lanzado años atrás
en el mismo lugar por uno de los pocos diputados que decía lo que pensaba (y,
doble mérito, pensaba lo que decía): José Antonio Labordeta.
Hastiado por la actitud arrogante y despectiva de los representantes del PP les
propinó un inolvidable “¡A la mierda!”. Lamentablemente el cantautor aragonés erró en su pronóstico,
pues no se fueron en busca de excrementos sino que se quedaron aquí, de hecho están más presentes que nunca. Resulta mucho más veraz la cita de la inspiradora del modelo QSJ, ya que nos están
jodiendo, y mucho.
Pero como todas las cosas
importantes, el respeto del pueblo por parte de sus gobernantes no se regala;
hay que conquistarlo. Por ejemplo Francia, que precisamente ahora acaba de conmemorar su fiesta
nacional. La toma de la Bastilla el 14 de julio 1789, gracias a la cual el
pueblo pasó de súbdito a ciudadano. Parece que en España llevamos algo más de 2
siglos de retraso. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Y en el caso que
nos ocupa, más que buena resulta imprescindible. El camino será largo y arduo,
pero un simbólico y esperanzador primer paso sería que el vergonzante acto de
Andrea Fabra no quedara impune.
Por eso te invito a que,
si lo ves igual, te sumes a la iniciativa de change.org exigiendo su dimisión
inmediata:
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